Por recomendación de Alba aquí quedan «Las sombras de Gérad Nerval» por Día Sexto & Bella Vendetta:
Puedes leer la letra de la canción pinchando aquí.
Gérad Nerval es el seudónimo de Gérard Labrunie, poeta y ensayista francés nacido en Paris en 1808.
Huérfano desde muy pequeño, su infancia transcurrió en la campo de Valois al cuidado de su tío abuelo. Enviado a París desde 1814, estudió en el colegio Carlomagno donde se apasionó por la literatura alemana, especialmente por Goethe, de quien fue un excelente traductor.
Su obra «Aurelia« de 1855, puede considerarse como el punto de partida de la poesía surrealista. Entre otras de sus obras figuran,«Viaje al Oriente» en 1851, «Les Illuminés, ou les precurseurs du socialisme» en 1852 y «Las Quimeras» en 1854.
Aunque los últimos años de su vida fueron los más productivos, sufrió graves trastornos mentales que lo obligaron a permanecer por temporadas en hospitales psiquiátricos. Finalmente, agobiado por las deudas y la enfermedad mental, se suicidó en Paris en 1855. Información extraída de aquí.
Gérard de Nerval estaba loco. Sin más. Loco como una rata de cloaca, machacado, jodido. Tenía como mascota una langosta. En serio. Hasta les escribía a sus amigos quejándose de las burlas que recibía por pasearse por la calle con su langosta, a la que llamaba Thibault. Su amigo Téophile Gautier en un artículo sobre Nerval, cuenta que dijo una vez: “¿Por qué una langosta debería ser más ridícula que un perro? ¿O un gato, o una gacela, o un león, o cualquier otro animal que el hombre escoja para salir a pasear? A mí me gustan las langostas. Son pacíficas, criaturas muy serias. Conocen los secretos del mar, y no ladran ni mordisquean en la privacidad de uno como hacen los perros. Y Goethe le tenía aversión a los perros, y él no estaba loco”.
Se enamoró de una mujer que pasó a mejor vida demasiado pronto, lo cual hizo polvo a nuestro autor, que emprendió una serie de viajes para olvidar. Acompañado por un grupo de colegas, se dedicó a explorar todo Oriente Próximo, catando opio, hachís, y todo tipo de sustancias alucinógenas.
Después de varias temporadas en hospitales psiquiátricos, vagabundeos por las calles y colocones con su compinche Téophile, salió de un bar y se ahorcó en una farola en medio de París. Y como esta gente era así de simpática, al genial Gustave Doré, uno de los ilustradores más impresionantes que ha conocido el mundo, no se le ocurrió otra que realizar un grabado de Nerval ahorcado por sus visiones (imagen central del vídeo). ¿Quién quiere un epitafio cuando te pueden hacer un grabado reflejando cómo te suicidaste en uno de tus arranques de locura?
La obra de Nerval no es fácil de leer ni mucho menos, y alegre, lo que se dice alegre, tampoco es. Sin embargo, Umberto Eco dice que Sylvie es una obra maestra, Proust lo admiraba y T.S. Eliot cita uno de sus versos en La tierra baldía.
El desdichado
Yo soy el tenebroso —el viudo —el sin consuelo,
Príncipe de Aquitania de la torre abolida,
murió mi sola estrella —mi laúd constelado
ostenta el negro Sol de la Melancolía.
En noches sepulcrales tú que me consolaste
el Pausílipo dame, la mar de Italia vuélveme,
la flor que amaba tanto mi desolado espíritu,
la parra donde el pámpano a la rosa se alía.
¿Soy el Amor o Febo? ¿Lusignan o Biron?;
roja mi frente está del beso de la reina;
yo he soñado en la gruta que habita la sirena;
Yo crucé el Aqueronte, vencedor por dos veces,
y la lira de Orfeo he pulsado alternando
el llanto de la santa con los gritos del hada.