Una silueta de sombra para que te acompañe en Ítaca

Hemos llegado estos días con Ulises a su patria, Ítaca. No somos las únicas.

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También el narrador de La reina de las nieves conoció el poema de Cavafis que hoy comentamos:

«(…) Me concentré, procurando hacer memoria. Me lo había recitado Clara, aquella tarde, delante de la iglesia de San Zeno. Venía en un libro que compré luego, cuando empecé a añorarla, y que también se perdió. Aunque no del todo sus palabras. Es un poema de Cavafis. Lo empecé a recitar despacito, en aquel cuarto revuelto y mal iluminado a modo de nana para el recuerdo. Y no sabía a quién se o estaba dedicando. Seguramente a mí mismo, como siempre. Me desdoblaba en dos perfiles enfrentados que trataban de inflar el globo de la noche, de ponerle un remiendo más.

Cuando el viaje emprendas hacia Ítaca

haz votos porque sea larga la jornada.

Llegar allí es tu vocación. No debes,

sin embargo, forzar la travesía.

Hice una pausa, sospechando que me había saltado alguna estrofa. No me acordaba de más. Mónica emitió un gemido de placer.

_ ¿Ya no tienes ganas de llorar?

Negó con la cabeza. Sonreía adormilada.

_ ¿Y tú?_preguntó después de un rato, sin abrir los ojos, en una voz tan confusa que casi no se le entendía.

_¿Yo? No, mujer. Los ángeles de las despedidas nunca lloran. Ni duermen. Me voy a quedar ahí fuera, cosiendo con tus sueños viejos una silueta de sombra para que te acompañe en Ítaca. Te la coseré a los pies. Y así el cuento acabará bien. Un remiendo que tal vez dure poco, porque nada en este mundo dura mucho, pero también se puede disfrutar de lo efímero, ¿no te parece? (…)»

Página 218, La reina de las nieves, Carmen Martín Gaite, editorial Anagrama

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(Procedencia de la imagen)

Ismael Serrano nos recita este poema, que es más que eso, es un consejo para vivir:

Y José María Pou lo recita así de bien: